miércoles, 9 de julio de 2014

No sólo escribo noticias

Debido a mi profesión escribo para un diario hiperlocal, acudo cada mes a la Junta Municipal de Distrito de uno de los barrios más poblados y más antiguos de Sevilla. A mi parecer, es muy interesante estar presente en este tipo de reuniones porque es donde la política se palpa, es más real y el funcionamiento de estas juntas te hace entender como funciona, valga la redundancia, todo el sistema político desde un prisma muy inferior.

En la pasada junta, la del mes de junio, hubo dos temas que se trataron con cierta intensidad y polémica. Son dos temas que en principio no parecen muy relevantes: Las fuentes de agua potable y los nuevos contenedores de basura. En principio.

El delegado del distrito y encargado de contar mes a mes la relación de cambios y "mejoras" que llevan a cabo desde su partido, me da igual qué bando sea pues todos los partidos allí representados estaban de acuerdo con las medidas, contó por un lado que ya se habían cambiado gran parte de los contenedores de basura:
 "el nuevo formato, además de tener un pedal para que las personas mayores puedan acceder con mayor facilidad, el hueco por el que se tiran las bolsas es más pequeño, por lo que se evita que haya personas que se introduzcan en ellos para rebuscar en la basura".
En otro momento de la junta, se habló de volver a instalar fuentes de agua potable en la vía pública, en diferentes puntos del barrio, a lo que el portavoz de una de las asociaciones de vecinos alegó que 
"ya había fuentes pero se retiraron porque había personas que no les daban el uso adecuado", es decir, utilizaban las fuentes para lavarse.
Al terminar el pleno, nadie se había detenido en observar o reflexionar que esas personas molestas para lo vecinos del barrio, buscan en la basura porque no tienen para comer, y se lavaban en fuentes de vía pública porque no tienen donde lavarse; algo tan básico y cotidiano para el resto, que no nos paramos a pensarlo. Algo que ellos no tienen y hace que sus vidas no sean dignas. Personas, de nuestra ciudad y nuestro mismo barrio, con las que nos cruzamos día a día.

Salí de aquel pleno con muy mala sensación, recordando una vez más que no tenemos preocupaciones y dándome cuenta de que las políticas y propuestas de "la clase acomodada" no sólo se olvidan de las personas desfavorecidas, sino que se las buscan para alejar a estos seres de nuestro entorno, apartándolos. Y peor me sabe en Sevilla, donde en cada barrio hay cofradías con cientos de hermanos y congregaciones religiosas que se vanaglorian de la atención que le dan a los más necesitados, que es cierto, que hacen un gran trabajo ( y ¡ojo! menos mal que existen); pero no es suficiente. 

En las semanas siguientes a la junta me he topado desgraciadamente con noticias que vuelven a demostrar los poquísimos escrúpulos que poseemos como en Ciudades que pinchan o las medidas del PP de Tarragona; y aunque también encuentro noticias positivas, no es suficiente. 


Laura Liñán

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